Solzhenitsyn

“Los dirigentes bolcheviques que tomaron Rusia no eran rusos, ellos odiaban a los rusos y a los cristianos. Impulsados por el odio étnico torturaron y mataron a millones de rusos, sin pizca de remordimiento… El bolchevismo ha comprometido la mayor masacre humana de todos los tiempos. El hecho de que la mayor parte del mundo ignore o sea indiferente a este enorme crimen es prueba de que el dominio del mundo está en manos de sus autores“. Solzhenitsyn

Izquierda-Derecha

El espectro político Izquierda-Derecha es nuestra creación. En realidad, refleja cuidadosamente nuestra minuciosa polarización artificial de la sociedad, dividida en cuestiones menores que impiden que se perciba nuestro poder - (La Tecnocracia oculta del Poder)

viernes, 1 de abril de 2011

Descubro y acuso (III): Los verdaderos amos secretos del mundo

Viene de aquí.

LOS VERDADEROS AMOS SECRETOS DEL MUNDO

Desde la última mitad del siglo XIX hasta nuestros días, la estrategia a largo plazo de Gran Bretaña ha sido manejada por un grupo político identificado como el Grupo Cecil, el Milner Kindergarten, el Cliveden Set, la Organización de la Mesa Redonda, o, simplemente, «Nosotros». Se ha dedicado a imponer —y a recomponer— un orden imperial bajo el esquema general de la «Commonwealth», cuyo elemento unificador
sería el punto de vista británico sobre el mundo.

Los orígenes de este grupo se remontan a una serie de clases impartidas en la Universidad de Oxford, en el colegio «All Souls», por John Ruskin y Arnold Toynbee durante la última mitad del siglo XIX.

Hasta nuestros días el colegio «All Souls» ha sido y es el centro de la gran estrategia inglesa, con sus hermanos de equipo el «Royal Institute of International Affairs» (Chatham House) y el «Institute for Advanced Studies», de Princeton, también conocido por «All Souls West». Quien haga una lectura atenta — no «distinta», simplemente atenta— de la historia europea y en particular de la inglesa podrá encontrar continuas referencias a la decisiva participación de estas instituciones y de los individuos que las formaron en el desarrollo y conducción de los principales acontecimientos históricos.

Las peculiaridades históricas de la formación del trono de Inglaterra y las condiciones geopolíticas impuestas por la insularidad del territorio exigieron una notable aportación de grandes dosis conspirativas para el mantenimiento del trono y del territorio. Sin ellas, ni el uno ni el otro podrían haberse consolidado en su lucha secular con un continente más vasto, de tierras más productivas y variadas, más poblado y más relacionado con otros territorios vecinos y alejados, y con unos condados y posteriormente reinos mejor estructurados políticamente.

Las sangrientas y prolongadas luchas europeas que marcan varios siglos de la época moderna por la conquista de la hegemonía europea —equivalente a la hegemonía mundial—, muestran las sucesivas rivalidades y las cambiantes alianzas de España y Francia, de ambas por separado y conjuntamente con Gran Bretaña, de ésta y de Francia con Rusia, conspirando las tres por separado y con relaciones cambiantes, de Rusia con Alemania y de Alemania, Rusia e Inglaterra con el Imperio otomano. Gran Bretaña carecía de territorio y de tecnología, mientras que el continente europeo gozaba de vastas extensiones y contaba con una sucesión de científicos en constante aportación de nuevas técnicas. A Gran Bretaña sólo le quedaba su «capacidad de maniobra», su poder creador de una estrategia a medio y a largo plazo, su habilidad para asumir la tecnología «extranjera», un discurso ideológico práctico y carente de ética, un ejército muy especializado y técnico de gran movilidad, una armada realmente invencible —construida con fines guerreros pero mantenida gracias a la lucrativa actividad de especular con el transporte de cereales, de vino y de materias primas— y un «Foreign Office» absolutamente desprovisto de cualquier consideración que no contemplara la expansión del Imperio.

Todo ello debía ser administrado por individuos educados para tal fin, a través de una disciplina férrea y de un espíritu de cuerpo inquebrantable en el que habría una simbiosis perfecta entre el intelectual y el militar. Ni uno sólo de los grandes pensadores ingleses —a excepción de algunos grandes maestros de la narración— era un intelectual químicamente puro, sino que los Adam Smith, los H. G. Wells, los Toynbee, los Huxley y los Bertrand Russell eran fundamentalmente intelectuales «orgánicos» trabajando para el Departamento de guerra psicológica del Foreign Office, a la mayor gloria y provecho del Imperio.