Solzhenitsyn

“Los dirigentes bolcheviques que tomaron Rusia no eran rusos, ellos odiaban a los rusos y a los cristianos. Impulsados por el odio étnico torturaron y mataron a millones de rusos, sin pizca de remordimiento… El bolchevismo ha comprometido la mayor masacre humana de todos los tiempos. El hecho de que la mayor parte del mundo ignore o sea indiferente a este enorme crimen es prueba de que el dominio del mundo está en manos de sus autores“. Solzhenitsyn

Izquierda-Derecha

El espectro político Izquierda-Derecha es nuestra creación. En realidad, refleja cuidadosamente nuestra minuciosa polarización artificial de la sociedad, dividida en cuestiones menores que impiden que se perciba nuestro poder - (La Tecnocracia oculta del Poder)

viernes, 2 de julio de 2010

Confesiones de un gangster económico (IV)

Viene de aquí.

«Para toda la vida»

En términos legales podría decirse que MAIN era un coto cerrado. . Apenas un 5 por ciento de sus dos mil empleados, los llamados socios principales, tenían todas las acciones. Su posición era muy envidiada. No sólo mandaban sino que además se llevaban la mayor parte del pastel. Su actitud fundamental, la discreción. Porque trataban con jefes de Estado y otros altos dirigentes acostumbrados a exigir de sus asesores, como abogados y psicoterapeutas por ejemplo, el mayor respeto a las normas de la más estricta confidencialidad. Hablar con la prensa era tabú. No se toleraba, y punto. Como resultado, casi nadie fuera de la empresa sabía quién era MAIN, a diferencia de otras competidoras nuestras más conocidas como Arthur D. Little, Stone & Webster, Brown & Root, Halliburton y Bechtel.

He utilizado la palabra «competidoras» en sentido figurado, porque MAIN en realidad era jugadora única en su propia liga. La mayoría de los profesionales contratados eran ingenieros, pero no teníamos ninguna maquinaria ni construíamos nada, ni que fuese un barracón para guardar trastos. Muchos empleados eran ex oficiales, pero no teníamos ningún contrato con el Departamento de Defensa ni ningún otro organismo de los militares. Estábamos en una rama comercial tan diferente de las normales, que me costó varios meses averiguar de qué se trataba. Sólo sabía que mi primer destino real iba a ser Indonesia y que formaría parte de un equipo de once hombres enviados a elaborar un plan maestro de aprovisionamiento energético para la isla de Java.

jueves, 1 de julio de 2010

Confesiones de un gangster económico (III)

Viene de aquí.

PRIMERA PARTE
1963-1971

Nace un gángster económico

Todo empezó de forma bastante inocente. Yo fui hijo único, nacido en 1945 de una familia de clase media. Mis progenitores, yanquis de Nueva Inglaterra con tres siglos de solera, eran republicanos acérrimos que habían heredado de muchas generaciones de antepasados puritanos sus actitudes moralizantes y estrictas. En sus respectivas familias, habían sido los primeros en recibir estudios superiores gracias a las becas. Mi madre era profesora de latín en un instituto. Mi padre participó en la Segunda Guerra Mundial como teniente de navío al mando de la dotación militar de uno de aquellos mercantes-cisterna altamente inflamables que cruzaban el Atlántico. El día que nací en Hanover (New Hampshire), él estaba en un hospital de Texas curándose una fractura de cadera. Cuando lo conocí, yo había cumplido ya un año.

Una vez de vuelta a New Hampshire, consiguió plaza de profesor de idiomas en Tilton School, un internado para chicos de la comarca. El campus estaba orgullosamente -algunos dirían arrogantemente encaramado en lo alto de una colina que dominaba el pueblo de su mismo nombre. Era una institución exclusiva, que sólo admitía unos cincuenta alumnos en cada curso desde el grado noveno hasta el duodécimo. La mayoría de los estudiantes eran vástagos de familias adineradas de Buenos Aires, Caracas, Bastan y Nueva York.

En mi familia no teníamos dinero, pero desde luego tampoco nos considerábamos pobres. Aunque el instituto pagaba muy poco a sus profesores, teníamos cubiertas todas nuestras necesidades gratis: la comida, la vivienda, la calefacción, el agua y los trabajadores que segaban nuestro césped y quitaban la nieve delante de nuestra puerta. Desde que cumplí cuatro años empecé a comer en el comedor de la escuela elemental, hice de recogepelotas para los equipos de fútbol que entrenaba mi padre y repartí toallas en los vestuarios.

martes, 29 de junio de 2010

Confesiones de un gangster económico (II)

Viene de aquí. Se explica en este capítulo el mecanismo utilizado por las corporaciones para que los países se endeuden en exceso y acaben aceptando las condiciones del Imperio.

Prólogo

La capital del Ecuador, Quito, se extiende a lo largo de un valle volcánico en los Andes, a más de dos mil ochocientos metros de altitud. Los habitantes de esta ciudad, fundada mucho antes de la llegada de Colón a las Américas, están acostumbrados a ver la nieve en las cumbres que los rodean, y eso que viven pocos kilómetros al sur del ecuador.

La ciudad de Shell, avanzadilla fronteriza y puesto militar roturado en la Amazonía ecuatoriana para servir a los intereses de la petrolera cuyo nombre ostenta, está casi dos mil quinientos metros más baja que Quito. Hirviente de actividad, la habitan sobre todo soldados, obreros del petróleo e indígenas de las tribus shuar y quechua que trabajan para aquéllos como peones y prostitutas.

Viajar de una ciudad a otra obliga a recorrer una carretera tan tortuosa como impresionante. Las gentes de estos lugares dicen que durante el trayecto se pasa por las cuatro estaciones del año en el mismo día. Aunque he conducido muchas veces por esa carretera, nunca me canso de sus espectaculares paisajes. A un lado, el roquedal desnudo, salpicado por cascadas torrentosas y espesuras de bromeliáceas. Al otro, un despeñadero que desciende abruptamente hasta el abismo por cuyo fondo corre el río Pastaza, un afluente del Amazonas que serpentea Andes abajo. Sus aguas provienen de los glaciares del Cotopaxi, uno de los volcanes activos más altos del planeta considerado una deidad en tiempos de los Incas, y van a volcarse en el océano Atlántico, a unos cinco mil kilómetros de distancia.